Querida yo, sentirlo todo también es vivir
Hay días en los que las emociones parecen demasiado. Días en los que la tristeza pesa, el enfado quema o la ansiedad corre por tu cuerpo como un río desbordado. Durante mucho tiempo, yo misma intenté tapar esas emociones. Me decía: «Sé fuerte, no pasa nada», como si ignorarlas fuera suficiente para que desaparecieran.
Pero aprendí que las emociones no se van porque las escondas. Se quedan ahí, esperando a que las mires, a que las escuches. Y cuando por fin lo haces, no te rompes como pensabas. Todo lo contrario: empiezas a sanar.
¿Qué aprendí sobre las emociones difíciles?
- No son el enemigo, son maestras. Cada emoción tiene algo que enseñarte. La tristeza te pide que pares y mires hacia adentro. El enfado te muestra dónde están tus límites. La ansiedad te invita a prestar atención a lo que estás evitando.
- Sentir no te hace débil. Llorar, gritar, escribir lo que duele… no son signos de fragilidad, son actos de valentía. Te permiten liberar lo que llevas dentro y seguir adelante más ligera.
- Las emociones no duran para siempre. Aunque en el momento parezca que te van a consumir, todo pasa. Todo cambia. Y al final, siempre encuentras un poco más de claridad y paz.
Querida tú, no tengas miedo de sentirlo todo. No tengas miedo de enfrentarte a esos momentos oscuros, porque son los que te preparan para brillar con más fuerza. Abrázate en tu tristeza, en tu enfado, en tu confusión. Porque ahí, en medio de todo eso, está la mujer fuerte que siempre has sido.
Hoy, dedica un momento a escribir sobre cómo te sientes, sin filtros, sin juzgarte. Solo escribe. Porque sentirlo todo también es vivir.
Un comentario